miércoles, 26 de marzo de 2014

Cuatro Postes



 Ahora te despides con dos besos,
uno por mejilla y sin remite.
Dime, cielo,
¿qué barruntas,
que parece que no escampas?
Sabes que la piel es
de carne y hueso
y los recuerdos no son más que obituarios.

En el humilladero de mis ojos
echas la vista atrás
y sacudes las sandalias.
No sé si podré limpiar
tanto polvo con mis lágrimas.

Cada quince de octubre
se repiten adioses enclaves de un no te marches
y otros que disparan con alevosía.
Adioses que son en los labios portazo
pero dejan el corazón entreabierto;
y hasta mañanas con insomnio
que rondan toda la noche en tu cabeza.

Hay adioses incrédulos
que rezan para que vuelvas
y hasta prontos tan cercanos
que llegan demasiado tarde.

Hoy como cada quince de octubre
se avivan en mi cabeza
las hogueras de junio.


M.H.Pindado

jueves, 20 de marzo de 2014

Yesterday

En la barra del bar de mi nostalgia
he visto al futuro
bajar por mi garganta.
Es verdad que ayuda
a pasar la carraspera del pasado.

Soledad, la camarera, despacha las horas
sin hielos y muy despacio.
El ayer da vueltas
a treinta y tres revoluciones.
Todavía puedo escucharlo
tras el último acorde.

Mientras, mesas y taburetes se vacían,
y en mi cabeza solo permanece Soledad.
Dos de la mañana,
me quedo sorprendido
cuando se decide a hablarme.
Con la bayeta en la mano,
escurre sus dudas
y me sugiere un trato:

¿Qué tal la última
a cambio de un beso?

Tímida y triste
hija de minero,
tenía los ojos negros en hulla
y los besos como el grisú.

Yendo hacia la puerta
descolgué un hasta mañana

Sin saber cómo
me encontré tumbado en la cama.
Zozobraba como barco a la deriva,
cuando sin percatarme,
 naufragué en el sueño.

Entonces, la bofetada del despertador,
y el sol
humedeciendo las legañas.

Había vuelto a amanecer
a orillas de la melancolía
arrastrado por la resaca del recuerdo.

No quedaba más remedio
así que esa noche
volví a visitar a Soledad.


Autor: Miguel Hernández Pindado

lunes, 10 de marzo de 2014

Sueños



Hoy he ido al estanco
a comprar papel de metáfora y sueños para liar.
Se han consumido en mi boca
poco a poco, muy despacio
y como el humo han huido y ya no volverán.
Me han engañado,
me han vendido
por sueños, alquitrán, por esperanza, nicotina.
Juré dejar de fumar,
pero esta adicción,
la rutina,a cada hora me obliga
a pisotear un cigarro.
Tengo veintitrés años,
y los ojos colmados de pavesas.


Miguel Hernández Pindado